Hemos vuelto. Es más, volvimos hace dos días. Un gran viaje en su conjunto sólo enturbiado por el propio hecho de estar en inglaterra, de su gente y de sus estrictas normas. Londres me ha resultado la más ruin e infame imitación de New York, un intento de copia de lo que allí hay pero sin llegar ni a sus mismos talones (compárese por ejemplo: Central Park con Hyde Park, Times Square con Picadilly Circus, sus gentes, sus costumbres, sus edificios más emblemáticos, los grandes e impresionantes puentes de NYC con el cutre Tower Bridge, sus parkings…). Inglaterra sólo supera a NYC en los cochazos que se ven por sus calles, muestra de el alto nivel de vida que deben llevar la mayoría de sus ciudadanos y que sin embargo me dan vergüenza ajena.
Como decía, el viaje en su conjunto ha estado realmente increíble. Una organización milimétrica para no dejarnos nada en el tintero (salvo Picadilly Circus que no nos dio tiempo a verlo jejej). Nada más llegar a Londres la primera grata sorpresa: nos habían reservado un Saab Vector para movernos por la ciudad. Primera toma de contacto con un buen chaparrón incluido y parada técnica para reponer fuerzas en un Burger King (de esos que tanto me gustan…). Llegada al hotel y cortaera de rollo a la habitación de al lado (después de que Javi y yo lleváramos 10 minutos intentando abrir nuestra habitación sin éxito). Dejada de maletas y paseo por Apple Store y lugares emblemáticos del centro.
Al día siguiente a pesar de programar el despertador para una hora temprana, este no hizo falta ya que una guerra de almohadas hizo sus veces (al pobre Javi no se le pudo tocar al «estar muy delicado»). Rumbo al museo de Ciencias Naturales, de arte natural, de geología natural o de algo por el estilo y primer pijazo de 5 libras por el parking de 1h en plena calle. En el museo sin embargo no había nada que ver (salvo el impresionante edificio) y tras aburrirme un rato (no por ello dejamos de hacer el ganso y de reírnos) partimos rumbo al palacio de Buckingham, Hyde Park, Abadía, Big Ben y sus alrededores. Buffete libre en un Pizza Hut y considerable robo de chucherías (que luego jamás se volvieron a ver… ejhem… jejej). Con las fuerzas repuestas nos montamos en el London Eye (2ª noria más grande del mundo) que sinceramente tampoco volvería a repetir (bueno, contando que no tengo intención de volver a Inglaterra…). Desde entonces falín fue apodado «cacaman». Regreso al coche y primera sorpresa: multa de 80 libras (reducibles a 40 por prontopago) por exceder en 25 minutos el ticket que le habíamos dejado. A mal tiempo… regular cara. Regreso al hotel y bocadillos para la cena.
El sábado nos volvimos a despertar con otra guerrilla de almohadas. Tras el desayuno, a las 9 am ya teníamos preparada la segunda multa del viaje, ésta de 120 libras (reducibles a 60). Como ya estábamos multados pecamos de ingenuos y fuimos a pie al mercadillo de antiguedades dejando el coche donde estaba. Tras comprar algunas chominás varias (llaves, chapas, gemelos, cámara de fotos, taza…) volvimos al hotel con la salvedad de que allí ya no estaba nuestro coche. Sí, no estaba el coche porque la grúa había pensado que era mejor retirarlo al no tener bastante dinero con haberlo multado para las joyas de la zorrona. Tras recogerlo y pagar las reglamentarias 300 libras volvimos y retomamos nuestro planning. Por la tarde tocaba ver la torre de Londres, el Puente y desenfrenar comprando regalos por la zona de Picadilly (esta última parte del plan sólo para los que tenían dinero). Pub típico inglés donde el padre de uno que yo me sé arrasaba con la cerveza negra (5 pintas en 30 minutos, cada una bebida de 3 tragos). Al final de la barra había también un chaval dando tumbos que a las 22.30 parecía que llevaba más copas que cualquier jiennense a las 6.30. Vaya gente más rara. A las 23h nos echaron para cerrar (lógico, un sábado a las 11 no eran oras de estar aún en la calle).
Domingo: visita de Oxford y Windsor. Muy bonitos ambos pueblos, merecen mucho la pena. Por la tarde visita del British Museum e intento por mi parte de encontrar una iglesia católica (de esas que no estilan los apáticos ingleses). Regreso al hotel y posteriormente cena homenaje en el Planet Hollywood. Al saco.
El lunes visitamos los almacenes Harrods (en los que es imposible comprar si no vas con la Visa Oro). Los almacenes en sí son impresionantes, le dan vueltas y vueltas a lo más parecido que conocemos (El Corte Inglés). Tanto en su tamaño, en el trato de sus empleados, en sus productos… para que os hagáis una idea en los W.C. hay un empleado que te ofrece distintos jabones, perfumes y que limpia nada más salir para que todo vuelva a estar perfecto. Impresionante. Algunos souvenirs y rumbo al aeropuerto. Llamada de Javier´s father para anunciar un posible atentado y estupefacción en Elena tras mirar hacia atrás y ver una inmensa nube de humo (pensamiento general (creo que a excepción de Miguel): no por favor, más días aquí noooooooooo!!!).
Y este ha sido nuestro viaje en el que personalmente creo que nos lo hemos pasado estupendamente, cada uno disfrutando más con cosas acordes a sus aficiones. Muchas risas, una canción para el recuerdo: cada dos minutos, el tiempo ha acompañado, el hotel y su zona magníficos, la organización milimétrica y cuidadosamente planeada (gracias Miguel por tus esfuerzos y también el resto por lo que habéis aportado). En resumen: 5 días de convivencia con 4 grandes amigos, muchas risas, muchas más anécdotas de las que aquí quedan recogidas, Londres, Oxford y casi Windsor vistos por completo y lo más importante: las ganas de repetir tan pronto como sea posible (me reitero que en cualquier sitio menos en Inglaterra).
Asistentes: Miguel, Javi, Rafa, Elena y yo.
Londres tiene mas de 2000 años, Nueva York no tiene ni 600 años, como Londres puede ser una burda imitacion de NY??? es por simple historia