Domingo por la tarde, banco de atrás en una iglesia cualquiera de Jaén. Cinco minutos para que empiece la Misa.
Un joven, ventitantos, vuelve del confesionario. Se le nota contento a pesar de que no creo que haya estado de chistes con el cura. Su amigo, sentado, móvil en mano le comenta:
– No sé qué hacer tío, me confesé hace unos días pero no se si confesar hoy también porque hay algo que me inquieta y que no sé si es pecado…
– Hombre, pues ve y confiésate… Total, pa’ algo que es gratis…
Fue y no tardó en volver. Quizá el sacerdote le dijo que no se preocupara o quizá le dio rápido la absolución… En cualquier caso creo que su amigo le aconsejo bien y que él, ante la duda, hizo lo mejor.
Luego le he dado vueltas… La frase «total, pa’ algo que es gratis…» es cachonda y esperanzadora, pero tal vez también algo peligrosa si se entiende tal cual y no con el sentido cómplice con que la dijo esta persona.
La confesión es, sin duda, una de las mejores armas con que los cristianos contamos para luchar contra las meteduras de pata y curar las heridas del alma. Tropezar y caer es cosa de humanos y saber que el Jefe está siempre ahí para perdonarnos es cuanto menos motivo de alegría y felicidad.
Estoy seguro que cualquiera que lea esto alguna vez habrá fallado o discutido con una persona a la que quiere. Creo que todos conocemos esa sensación de rabia y dolor en la que nos quedamos sumidos hasta que nuevamente nos reconciliamos, y la alegría enorme con la que acogemos ese momento.
Quizá con el pecado pase igual, pero quizá muchas veces no somos conscientes de ello. Fallarle al Jefe, ofenderle, no cumplir sus mandatos es prácticamente igual que hacer eso mismo con cualquiera de nuestros mejores amigos… con la salvedad de que yo, al menos, aún no tengo ningún amigo que haya dado su vida por salvar la mia.
A mi no me gusta estar a mal con nadie. Cuando tengo dudas de si he metido la pata con una persona intento solucionarlo lo antes posible. Con la confesión intento hacer lo mismo, sin importarme si en 1 semana tengo que ir más de 1 vez a arrodillarme ante el sacerdote.
Pero hay que tener cuidado. El Jefe nunca se cansará de perdonarnos, es verdad, pero no por ello debemos abusar una y otra vez de su perdón como si se tratara de un puro trámite con la Administración Pública.
Cierta vez un sacerdote me comentó que esa es una de las tácticas que suele emplear el diablo para ganarnos la partida… Me dijo que si no había «propósito de lucha interior por mejorar» y «verdadero arrepentimiento y dolor del pecado», al final la confesión se acabaría convirtiendo en un trámite dominical y que llegaría una semana en la que «prescindiría del trámite» aburrido de hacer siempre lo mismo. Y es verdad. Cuando las cosas dejan de costar, la mayoría de las veces dejamos de valorarlas. Y el perdón exige lucha y compromiso de cambio, quizá sabiendo que solos no podemos pero que con la ayuda de Dios y de la Virgen todo es posible.
Es precioso saber que el Señor nos perdona, pero más bonito es luchar cada día por estar más cerca de Él y por quererle ser fiel. No debemos ir por la vida con miedo al pecado sino con deseos de amar, porque cuanto más se ama a alguien, más medios se ponen para no ofenderle.
Y cuando metamos la pata, porque la vamos a meter, es genial saber que sólo hay que arrepentirse de verdad y volver al camino. Estar en pecado sólo nos ayuda a ser peores personas, un poco más egoístas, a enfadarnos con más facilidad y a seguir metiendo la pata con más frecuencia al son del «total, si ya he pecado»… Estar en Gracia de Dios nos da paz, alegría, saber que estamos de Su lado, contar con un motivo sobrenatural en nuestros quehaceres… Creo que sabéis a lo que me refiero, estoy seguro que lo habréis experimentado en miles de ocasiones.
Si llevas mucho sin pasar por el confesionario no te preocupes, pero tampoco lo sigas dejando. No digas «sí, este domingo», o «sí, ya cuando vea un cura». Pon los medios, examínate, sé sincero (en primer lugar contigo mismo), arrepiéntete, cuéntale todo al sacerdote empezando por lo que más vergüenza te de, pide consejo y déjate ayudar, proponte luchar en serio desde ahora poniendo los medios necesarios (reza, huye de las ocasiones) y verás como sales con tal paz y alegría que sabrás que merecía la pena.
Y si eres de los que como yo pasas a menudo, ánimo y a seguir luchando. Nunca dejes de confesar, pero tampoco nunca dejes de luchar, así cada día que lo hagas serás un poquito mejor y otro poquito más grande! 😉
La primera edición de esta entrada data del 23/09/10
8 Comentarios