Le preguntaba a un amigo el otro día por qué se colocaba habitualmente en los bancos de atrás del oratorio del colegio mayor durante la Misa. La respuesta, en contra de lo esperado, me sorprendió.
Es notable como cuando vamos a la iglesia, sobre todo la gente más o menos joven, nos colocamos atrás. No lo hacemos pensando, simplemente nos hemos acostumbrado a ello, lo tenemos automatizado. Sin embargo, es una actitud que tal vez pudiéramos repensar.
¿No es cierto que cuando acudimos a una conferencia que realmente nos interesa, o cuando vamos a un concierto, nos encanta estar en las primeras filas para ver mejor y tener más cerca a nuestro «idololillo»? Entonces, ¿por qué al asistir a Misa, que está a años luz en importancia, nos quedamos atrás?
Seguro que, como decía, porque nos hemos acostumbrado a hacerlo así. Pero tal vez en esa actitud hay algo de pasotismo, de pequeña desgana, de falta de valoración sobre lo que hacemos, donde estamos y a lo que vamos. Pudiera ser también que, como el publicano, lo hiciéramos para no llamar la atención, para rezar en lo oculto… pero ya lo dudo porque al fin y al cabo, al final todos te acaban viendo aunque sólo sea al ir a comulgar. A lo mejor es porque nos puede la presión de tener a mucha gente detrás y que toda la misa «nos estén mirando» pero, oye, que tampoco somos el centro del mundo y el foco de atención ¿eh? Si que es verdad que más bien el dejarnos ver por la iglesia es un buen apostolado, más ahora que los jóvenes brillan por su ausencia los domingos. Y además, si a uno le debería gustar y debería pretender estar lo más cerca posible del Señor, que se hace presente en el altar con todo su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad… ¿Cuánto más no le gustará a El verse arropado y querido por nosotros en esas primeras filas?
Mi amigo, sin embargo, me dio una respuesta bastante distinta a las anteriores y muy coherente por su parte. Me dijo que en el oratorio del Colegio, que es pequeñito y siempre lo llenamos, se queda atrás para dejar los mejores bancos a los demás. En ese momento realmente me di cuenta que este amigo había entendido mejor que nadie la importancia de la Misa, y también de cuan grande era su generosidad para querer dejarle lo mejor a sus compañeros.