Qué vuestro amor dure para siempre


Hoy toca una de esas entradas polémicas sobre cosas que no me puedo callar. Hoy se ha casado un amigo, cristiano, por lo civil. ¡Válgame Dios! ¡Qué barbaridad! ¡Cómo se le ocurre! ¡A la hoguera eterna!!!!

En fin… clichés. No ha sido un capricho. Cuando dos personas se casan… se casan dos personas. Y si lo han hecho de esta manera, indudablemente sus motivos tienen. Yo los conozco y, ni soy quién para decirlos aquí, ni mucho menos lo soy para juzgarlos.

¿Sabéis qué? Son muchas las bodas a las que en estas 34 primaveras he asistido. Hace años por «principios», pero sobre todo por «prejuicios», me negué a asistí a la boda civil de un familiar. Hoy son un matrimonio estable, con sus dificultades pero feliz, con hijos. Muchas más son las bodas «por la Iglesia» a las que he asistido de las que ya no queda nada. Lo que realmente diferencia muchos matrimonios no es el sitio donde se celebran sino el amor con que se unen.

Como decía, hoy se ha casado un amigo, y además de que porque ha sido en el ayuntamiento… ha sido atípica (que no rara) porque en ella han pasado muchas cosas poco habituales. En primer lugar está el empeño de que sus amigos asistiéramos. No, no nos ha hecho llegar una invitación y se ha sentado a esperar la respuesta… ha insistido y ha puesto todos los medios para que la gente a la que quiere, aprecia y con la que le apetecía estar los acompañáramos.

En segundo lugar porque lo importante no era el número, sino la calidad. No importaba el numero de aperitivos en la copa de espera… porque no ha habido. Tampoco el numero de platos y la calidad de los mismos durante el almuerzo, porque el banquete lo han disfrutado con sus familiares más cercanos y para ellos lo importante no era el grosor del chuletón sino el compartirlo con ellos. No importaba la suntuosidad el salón de bodas, porque lo importante era que las personas que en él estuvieran se sintieran lo más a gusto posible. Tampoco comprar un gran detalle para que los invitados pusieran en la estantería de su salón… porque con una foto metida en un sobre y dedicada para cada uno han sido capaces de tocarnos el corazón, arrancarnos una sonrisa y hasta humedecernos los ojos.

Si algo sobraba hoy en la boda era amor y cariño. Amor entre ellos y cariño para con los que hemos querido compartir estos momentos tan entrañables. Y es que estas cosas no se ven en los grandes alardes… sino en los pequeños detalles de los que el día ha estado cargado, como el café y dulces para recibirnos, la actuación de un grupo en directo para animarnos,  la continua compañía de los novios con sus invitados, la constante preocupación porque disfrutaremos y nos lo pasaremos bien… cosas difíciles de conseguir cuando -no lo neguemos- lo importante es el grosor «del sobre» y no «el recuerdo de compartir uno de los días más importantes de la vida».

Poco más que añadir. Gracias Fernan, gracias Isa. Hoy seguramente haya sido de las mejores bodas a las que he ido, de las que posiblemente nunca olvide y en la que casi con toda probabilidad más a gusto me he sentido. Y todo ello… gracias al cariño que le habéis puesto y al amor que os tenéis. Me duermo rezando por vosotros, para que el Señor bendiga este matrimonio, os conceda la fidelidad y perseverancia hasta el final de vuestras vidas, los hijos que prueben vuestro amor y la Gracia reservada para los que sellan su pacto ante Él, y de la que nunca será tarde para acoger formalmente. ¡Felicidades una vez más!

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